jueves, 25 de octubre de 2018

El huay k'ek'en (cerdo embrujado)




CUENTA MI ABUELO QUE hubo un tiempo en el cual gente diabólica solía hacer rituales malignos, como invocaciones al diablo, dar nueve volantines de manera consecutiva a las doce de la noche, que convertiría a éstos en animales terroríficos.

Mi abuelo fue protagonista de un hecho que a continuación escucharán:

Por las noches mi abuelo en su juventud, se reunía con sus amigos para disfrutar lo que hoy en día nosotros los jóvenes llamamos LUZ Y SONIDO; sólo que en aquel tiempo lo que hacía mover el cuerpo e impartía música era el fonógrafo, a partir de las diez de la noche comenzaba el ambiente y al sonar el último campanazo característico de la media noche todo terminaba, porque un animal, grande por cierto y muy distinto a los marranos comunes, interrumpían en intenso ruido del fonógrafo con un espeluznante grito, casi como el de los marranos cuando tienen hambre, sólo que éste era más fuerte e intenso; penetraba en los oídos y hacía que los corazones intensificaran aún más su latir común.

Esto sucedía todas las noches, pero sin faltar una; hasta que un día mi pariente y su amigo tomaron unas piedras y antes de la media noche se treparon en un árbol que se encontraba por el camino por donde el cerdo por varias noches seguidas cruzaba y ellos pretendían impactar las piedras en el cuerpo del diabólico; sin embargo el miedo les ganó y además el monstruo cruzó como alma que lleva el diablo y esto complicó aún más el supuesto susto que los jóvenes pensaban darle. Al día siguiente por la noche, parecían estar más decididos e hicieron lo mismo, se treparon en el árbol con piedras en las bolsas y entonces, al mismo tiempo, al ver que el animal se aproximaba arrojaron las piedras hacia el cuerpo del animal que velozmente cruzaba. Ambos acertaron y el animal al sentir el proyectil no buscaba quién se las hizo sino quién se las pague, así que la bestia se echó a correr entre los arbustos y pisoteaba plantas, brincaba cercas, etc...

Con ello mi abuelo y su amigo pensaron haberse deshecho de la sombra del ser diabólico, pero la necedad del maligno era tan grande que por la noche siguiente regresó al mismo lugar con su característico grito, los muchachos se alarmaron, porque habían pensado que el cerdo embrujado no volvería a hacer acto de aparición por esos rumbos. Y al amanecer siguiente mi abuelo consultó con su padre ¿qué podré hacer? pero antes ya había contado lo que por noches seguidas acontecía, mi abuelo al igual que los demás muchachos ya sabían que se trataba de un cerdo embrujado (HUAY K'EK'EN) y mi bisabuelo le dijo que comprara cartuchos nuevos y les hiciera una cruz a cada uno con una lima y que por la noche coloque tres en su carabina y que cuando vea venir al mamífero tire a matar y luego se quitara; y así lo hizo, dio en el blanco y el marrano como pudo se fue. Mi abuelo y su amigo siguieron al cerdo por medio de la sangre que el animal regaba producto del impacto de bala, sólo que al llegar a la carretera se perdió la sangre y ellos no quisieron saber más nada.

Al ir a desayunar a una fonda la hija del dueño llegó y le dijo a su padre:

-¡Papá se murió don Cobá!

Coba era un viejo brujo que residía desde hace años en aquel poblado llamado Lan Pato y al parecer nadie sabía si aún practicaba sus brujerías.

-¿Cómo murió hija? -preguntó el señor.

Dicen que lo balacearon, dice su mujer que cuando llegó a su casa en la madrugada tenía heridas de bala en su costilla y en la pompa izquierda. -Contestó la mujer.

-¡Qué mala suerte hija! tan buena persona que parecía, ni modos así es la vida.

Mi abuelo y su amigo supieron en aquel momento quién era el hombre maligno que acechaba y asustaba a la gente por las noches de baile. Decidieron callar el secreto durante un par de décadas y ahora cada uno lo relata como una anécdota más de su juventud. Ellos dicen que si aquel animal te llegara a chocar no lo cuentas más que en el hospital o quizás en el paraíso.

* Versión: Marcelino Uc Aké (n. 1909). Calkiní, Cam.



Fuente:  Leyendas y Tradiciones del Camino Real. José Domingo Uc. SECUD, CONAFE, PAREB. Campeche, Cam. 1996. 76 p.

martes, 2 de octubre de 2018

El Sisimite




Según narra la leyenda, El Sisimite, también conocido como Itacayo es un monstruo muy parecido al temible Pie Grande de Los Estados Unidos, y al Yeti del Tibet tanto en apariencia como en sus misteriosos avistamientos.

El área de los estados mexicanos de Campeche, Chiapas y Quintana Roo en el sur de México ha tenido historias de salvajes peludos que se remontan a miles de años, que se llaman Sisimite y se han encontrado representados en figurillas que datan de hace 2.000 años. También conocido a veces como el Mono Olmeca, el Sisimite era muy conocido por los antiguos pueblos mayas y aztecas, que creían que era una criatura espiritual, y de hecho el nombre Sisimite se cree que proviene de la palabra azteca tzitzimitl, que se traduce aproximadamente como “Criatura sobrenatural” o “demonio”. Sea lo que sea, el Sisimite ha sido visto durante mucho tiempo deambulando por las junglas de la región que se extiende hasta América Central, y típicamente se lo describe como un burdo monstruo bípedo gigante cubierto de pelo y con una cara similar a la humana, la nariz plana, la falta de oídos discernibles, y solo cuatro dedos, sin pulgar. Curiosamente, algunas tradiciones afirman que las criaturas tienen patas que miran hacia atrás, lo que las hace más difíciles de rastrear.

El Sisimite es una especie de mono, o monstruo, de largo pelaje, gran altura y mucha fuerza que habita en las cuevas que están en lo profundo e inaccesible del bosque, se alimenta de frutas y vaga libremente por las montañas más altas.

Se dice que los Sisimites bajaban de las montañas a lugares mas transitados del bosque en busca de mujeres, a las que secuestraban y se las llevaban a sus cuevas, naciendo de esta unión una especie de hombres mono.

El Sisimite muchos pobladores aún comentan con admiración la asombrosa historia de una mujer que logró escapar de la cueva donde la tenía secuestrada el Sisimite.

Se dice que el monstruo al darse cuenta del escape persiguió a la mujer con los tres hijos de ambos pero ella no se detuvo y cruzó el rió.

Del otro lado se detuvo un instante y vio como el Sisimite enojado porque no regreso tiró los niños al río y se ahogaron.

Al Sisimite se le asocia al Dios Chac de la Cultura Maya y los pobladores aseguraban que en el interior de las cuevas están grabadas las manos y huellas que dejaron los sisimites.

domingo, 23 de septiembre de 2018

Zalgo la locura del mundo




No  hay palabras que lo definan o lo describan, no se sabe bien qué es o quien es, solo se conoce lo que provoca en los seres humanos o incluso en los animales: una distorsión de lo que son. Será complicado de entender al principio, pero espero que cuando termines de leer esto puedas a comprender la oscuridad que conlleva conocer a Zalgo.


Muchos especulan de su posible origen, unos dicen que viene de una dimensión alterna donde van a parar los sentimientos y maldad de los seres humanos, y que por una grieta se traslada a nuestro mundo. Otros dicen que Zalgo es esa vocecita en nuestras cabezas que nos incita a cometer crímenes y atrocidades.  En pocas palabras Zalgo es maldad.

Por más que te documentes, no encontrarás un origen concreto pero si hallarás un sinfín de descripciones que te harán interesarte más en el susodicho ser:

Él espera detrás de la pared, en un palacio de cristal torturado, servido por legiones forjadas a partir de las lágrimas de los muertos sin descanso, vestidos con armaduras talladas en el sufrimiento de las madres.

Él es el mente de colmena que confunde a los vivos, y perpetúa la tortura de los condenados, él toma los ojos, la ventana del alma, y elimina la capacidad de sentir cualquier cosa que no sea nada más que dolor, una vez que los ojos son removidos, el alma es removida, el cascaron viviente es el testimonio de la crueldad y la condenación eterna.


Los que han encontrado una descripción física de Zalgo, cuentan que es una criatura de siete bocas, seis de  ellas hablando en una lengua antigua, narrando una historia de un hecho futuro o pasado de algún crimen de la humanidad. No obstante cuando la séptima cante será el fin de la humanidad como la conocemos: el Apocalipsis.

Es un ser repulsivo, sin ojos, un ser sombrío de color negro azabache. En su mano derecha sostiene una estrella muerta, y en su mano izquierda sostiene la vela, cuya luz es la sombra y se tiñe con la sangre de  Am Dhaegar (enemigo de Zalgo)

Varios aficionados del tema han dicho que Zalgo tal vez sea de origen divino, algún dios de una ciudad pérdida o de un imperio poderoso como Mesopotamia. Una criatura que a cambio de conocimientos y poder le pidió a los seres humanos parte de su alma y consciencia. Que cuando alguien ha hecho un trato con Zalgo, y hacia el otro lado, la mortífera criatura  se dedicará a torturar aquella pobre alma que tomó la decisión equivocada.

Sin embargo, hay algo en lo que todos están de acuerdo: Zalgo es locura y cuando se le llama solo deja desolación. Así tengan cuidado,  a la hora de jugar con las fuerzas del más allá puede que detrás de alguna pared esté Zalgo listo para apoderarse de ti.


10 películas de terror prohibidas en México


Bienvenidos a ésta interesante lista de películas que en su momento fueron prohibidas o censuradas en México, pero que gracias a la piratería se pudo conseguir una copia de éstas cintas para que puedan verse en la clandestinidad, así que espero que disfruten la siguiente lista que ha hecho a más de uno palidecer.


1.- Invocando al demonio. (The Possession Of Michael King)




2.- Europa Report




3.- Tierras fronterizas. (The Borderlands) 2013




4.- El lago Mungo/La aparición de Alice.



5.- El Ojo del Horror (Banshee Chapter)





6.- Terror en la Bahía (The Bay)




7.- Terror a dejar de ser tu mismo (Taking Of Deborah Logan)




8.- El cienpiés humano trilogía(The Human Centipede trilogy)





9.- Salo, 120 días de Sodoma




10.- Una película Serbia (A Serbian film)




Un link




jueves, 6 de septiembre de 2018

La leyenda de la Procesión de las ánimas




Todavía no he podido olvidar del viejo Puntarenas una extraña leyenda que mi abuelita en la tertulia familiar, nos contara un día a sus nietos una tarde de lluvia.

Hoy, evocando su recuerdo muy querido para mí, he venido a recordar los tristes pasajes de ese cuento de superstición, que tanto miedo nos causó a la hora de irnos a dormir.

Contaba la abuelita que ella todavía pudo conocer, aunque ya muy anciana, a doña Manuelita Canales, la persona más importante de esta historia, la cual debió acontecer muy a principio del siglo que pasó.

Doña Manuelita era una santa mujer; sumisa a su esposo don Camilo Briceño, bastante mayor para ella, tenía el puesto de Guarda nocturno en la antigua casa de Aduana y Agencia de Barcos “Ansaldo y Co”. No tenían hijos pero aún así eran muy felices.

Sin embargo esta felicidad vino a menos, y el asunto casi le cuesta la vida a doña Manuelita, que se vio en alitas de cucaracha para que no se fuera al hueco. Y el motivo lo ocacionó la extraña y disparatada ocurrencia que el matrimonio tuvo de variar los métodos de vida que normalmente tienen los cristianos en todo el mundo.

Figúrese -nos decía la abuelita- que como el trabajo del marido era solo de noche, resolvieron variar los tiempos de comida y también los demás menesteres de un hogar corriente. De esta suerte, a las cinco de la tarde se levantaban de la cama, tomaban su desayuno, y en tanto don Camilo se iba a su trabajo, su mujer a sus quehaceres domésticos cotidianos, que antes solía hacer de día.

La gente gozaba con ellos, pero como eran tan buenos, nadie se metía a molestarlos y hay la iban pasando, ni envidiosos ni envidiados como dijo el poeta.

A las once de la noche le llevaba a su marido el almuerzo, a las tres de la madrugada un cafecito caliente con chilasquilas bien fritas, a las seis lo esperaba a comer y las ocho de la mañana se acostaban a dormir.

Así pasaron algunos meses y cuando ya se iba haciendo un hábito en ellos ese cambio en sus costumbres, he aquí que vino a ocurrirles lo siguiente:

Estaba doña Manuelita como a las doce de la noche un poco apurada en el lavado, restregando un poco de ropa en el patio, cuando oyó en dirección de la calle un rumor de gente rezando.

Extrañada y curiosa, salió a la puerta en el preciso momento que pasaba frente a su casa una procesión de gentes enlutadas. Iban rezando, llevando una cruz pequeña en una mano y en la otra una vela de esperma o de semillas de higuerilla, que eran las candelas de antaño.

Al cerrar su puerta una de aquellas personas le dijo tome, y le entregó una candelita.

Como estaba tan ocupada, distraídamente puso la vela por ahí un momento en un rinconcito atrás del baúl y se fue a hacer sus quehaceres. Dos días después volvió a ocurrir lo mismo y también una tercera y cuarta vez, y como en la primera ocasión, le entregaban la velita y ella la guardaba en el mismo rincón.

Un día amaneció, o mejor dicho atardeció enferma doña Manuelita y su marido la llevó al médico, pero como pasaba el tiempo y las medicinas no le hacían bien y estando sumamente delicada de salud, por consejo de las amistades don Camilo la llevó al sacerdote para que la confesara “por si acaso”.

En realidad doña Manuelita estaba muy malita y el señor Cura creyó más conveniente suministrarle los Santos Oleos a fin de que en su ausencia no fuera a morir en pecado mortal.

Como el aposento estaba un poco oscuro pidió a una vecina que estaba ahí una vela, pero no encontrándose una a mano, le preguntaron a la enferma por el lugar donde solía guardarlas corrientemente, a lo cual ella señaló con el dedo el sitio donde tenía las que le habían regalado anteriormente en las procesiones.

La vecina hizo lo que se le ordenó, pero no encontró nada.

Aquí solo hay unos “huesitos” dijo y la ropa recién lavada de la señora.

Extrañado el señor Cura tomó en sus manos uno de aquellos huesos y al comprobar que eran humanos, se horrorizó y tirándolo a un lado hizo la señal de la cruz y se santiguo.

Sin poder explicarse aquello, el sacerdote procedió de inmediato a confesar a la enferma revelando ésta la rara procedencia de esas piezas humanas. Explicando luego su caso.

Manuela, le dijo, no puedo absolverte en nombre de Dios, Nuestro Señor, si no vas al cementerio a devolver eso.

Ya ve doña Manuelita, lo que le pasa por variar sus costumbres. Esa procesión que Ud. vio pasar es la procesión de las ánimas benditas, que salen todos lo lunes, a las doce de la noche y mientras no devuelva esos huesos las ánimas le estarán inquietando siempre y no podrá vivir o morir tranquila. Levántese como pueda y vaya al cementerio a enterrarlas y que Dios le dé fuerzas.

Gran revuelo causó eso entre el vecindario y una señora ya muy mayor le aconsejó a la enferma que se hiciera acompañar por dos niñitos, porque eso le ayudaría mucho para conseguir indulgencia. Doña Manuelita hizo todo lo que le aconsejaron y como en realidad ella era una buena mujer, no faltaron personas caritativas que le acompañaron en su triste misión al camposanto.

Y dicen algunos, que estuvieron presentes a la hora de enterrar los despojos que cuando echaba el último puñado de arena se escuchó una voz de ultratumba perdonándola.

viernes, 10 de agosto de 2018

Los hermanos endemoniados de Illfurt




En el Sur de Francia, a dos horas de la ciudad de Mulhouse. Allí vivía la honrada familia de los Burner, el padre llamado José quien era un mercader ambulante y recorría la comarca vendiendo cerillas y yesca. Su esposa era María Ana Foltzer quien cuidaba de 5 hijos todos de muy corta edad. 

El hijo mayor Teobaldo nació el 21 de agosto de 1857, a la edad de 8 años iban a la escuela, eran niños de medio talento, tranquilos pero muy enfermizos. 

Durante el otoño de 1864 Teobaldo y su hermano José cayeron víctimas de una dolencia misteriosa que los postró en cama, tanto el primer médico como los demás que posteriormente los revisaron no pudieron diagnosticar lo que tenían ambos hermanos. Ninguno pudo decir el mal que los aquejaba. 

Teobaldo empezó a adelgazar en demasía hasta parecer un espectro ambulante. Pero a partir de septiembre de 1865 se empezaron a ver en los hermanos fenómenos asombrosamente anormales. Echados de espaldas se volvía y revolvían como una peonza, con rapidez vertiginosa. 

Después se ponían a golpear sin descanso el armazón de la cama así como los demás muebles con una fuerza asombrosa. Si se les preguntaba respondían entre espasmos y convulsiones de tal postración que permanecían durante horas enteras como muertos, sin hacer el menor movimiento rígidos como cadaveres. 

Muy a menudo fueron presa de un hambre imposible de calmar. El bajo vientre se les hinchaba a los pobres niños y se les formaba como una bola o un animal moviéndose dentro de su vientre de arriba a abajo. Juntaban sus rodillas como varillas duras y nadie podía separarlas una de otra. 

Durante este tiempo se le apareció a Teobaldo unas treinta veces un fantasma extraordinario, al que llamaba su amo. Tenía cabeza de ánade, uñas de gato, pies de caballo y el cuerpo de plumaje sucio. En cada aparición el fantasma volaba por encima de la cama y amenazaba ahogarlo. Teobaldo, aterrorizado, se arrojaba hacía el y le arrancaba puñados de plumas, que entregaba a los muchos circunstantes estupefactos.

Ocurría esto en pleno día, en presencia de un centenar de testigos, entre los cuales había personas respetables, nada crédulas, dotadas de gran perspicacia y pertenecientes a todas las clases sociales. Todos pudieron convencerse de la imposibilidad de superchería alguna.

Las plumas despedían olor fétido y, cosa singular, quemadas no dejaban cenizas.

A veces una mano invisible levantaba a los niños junto con las sillas de madera en las que estaban sentados; ya en el aíre, los niños eran lanzados a un lado, mientras las sillas volaban hacia el lado opuesto.

En otra ocasión sintieron por todo el cuerpo gran comienzo y dolorosas picaduras, y de debajo de sus vestidos sacaron tal cantidad de plumas y de algas que el suelo quedó cubierto enteramente. Aunque se les mudase camisas y vestidos, era inútil: plumas y algas reaparecían siempre.

Esas terribles convulsiones y toda suerte de malos tratos redujeron a los niños a tal estado que fue preciso hacerles guardar cama. Sus cuerpos se hinchaban de mala manera. Se encolerizaban violentamente, eran presa de verdadero furor cuando se les acercaba alguien con un objeto bendito, un crucifijo, una medalla, un rosario. Ya no rezaban; los nombres de Jesús, María, Espíritu Santo, etc, pronunciados por los presentes les hacían estremecer y temblar. Fantasmas, sólo de ellos visibles, llenándose de miedo y espanto.

Miedo y espanto se habían apoderado también de los padres, testigos contristados de esas terribles escenas, impotentes para remediarlas.



Diariamente crecía el número de vecinos y visitantes que llegaban de todas partes, de cerca y de lejos, porque la noticia se divulgó muy pronto y todo el mundo quería ver a los infelices niños. Todos quedaban estupefactos. ¿Qué es lo que había ocurrido?

Vivía entonces en Illfurt una vieja, pobre, mal conceptuada, a la cual por su mala vida habían expulsado de su aldea natal. Diciéndose que los dos niños comieron una manzana que la vieja les había dado. He aquí el comienzo de la enfermedad misteriosa. Tal era, a lo menos, la explicación dada por los espíritus que se decía residían en los pequeños. Sea de ello lo que fuese, si realmente se trataba de espíritus no se tardaría en conocer la naturaleza de estos, porque el árbol por sus frutos se conoce.

Durante horas enteras los dos niños permanecían tranquilos, en estado de gran apatía. Súbitamente cambiaban de actitud, poniéndose nerviosos, excitados, gesticulaban y gritaban sin parar. Su voz no era entonces voz infantil, sino de hombre, fuerte, áspera, ronca. Tenían la boca habitualmente cerrada; era, pues, evidente que otros, seres invisibles, y no ellos proferían aquellas palabras y lanzaban aquellos gritos. Durante largas horas gritaban sin descanso: Nudeln (especie de pasta alemana parecida a los fideos, pero de gusto y aderezo muy diferente), Knoepfeln (ravioli) y otra jerga de cocina. Era para volverse loco y los pobres padres no sabían que hacer.

Un día se le ocurrió a Burner, padre, decirles: “Gritad, hijos míos, gritad aún más fuerte, en nombre de la Santísima Trinidad”. Esto bastó para obtener silencio.

Lo que principalmente sorprendía a los testigos de esas escenas, era el miedo que los niños sentían en presencia de objetos benditos, su violenta oposición a la Iglesia, a la oración, a los oficios divinos; las blasfemias abominables que proferían, las expresiones groseras que dejaban salir con frecuencia de sus labios sin haberlas oído jamás.

Hablaban las más diversas lenguas; respondían con facilidad en francés, en latín, en inglés y hasta comprendían los dialectos franceses y españoles.

No es de maravillar, pues, que todo el mundo desease ver a las pobres víctimas y que las autoridades civiles y eclesiásticas se interesasen por ellas e hiciesen examinar minuciosamente sus casos.

El Venerable Párroco del lugar, Reverendo Carlos Brey, Santo Varón y Pastor celoso, fue quien primero se compadeció de la desdichada familia Burner y sobre todo de los pobres niños. No le fué difícil descubrir el origen puramente diabólico de tales escenas. Comprendió que se hallaba en presencia del caso, raro ciertamente, de real posesión.

Aquellos hechos dio conocimiento a la Autoridad Episcopal, que designó a una comisión de tres eclesiásticos para que practicasen en Illfurt una información oficial.

El Párroco pudo contar desde el primer momento con el valioso apoyo del Alcalde, Señor Tresch, hombre de bien y abnegado, y el de las mejores familias de la localidad. No faltaban, sin embargo, quienes ponían en duda la posesión, pero eran muy pocos y los malos espíritus se mostraban muy satisfechos de ellos, al paso que sentían mucha animosidad contra aquellos que les adivinaban su naturaleza.

En especial odiaban al Párroco y al Alcalde, a Don Ignacio Spies, Alcalde de Selestado, al amigo de este, Señor Martinot, Director de la Administración Pública, también de Selestado, al Profesor Lacheman de San Hipólito, Religioso de la Congregación de los Hermanos de María. Los tres últimos habían venido de lejos únicamente para observar el caso y estudiarlo minuciosamente. 

En 1869 Teobaldo fue exorcizado por el padre Souquat, que descubrió que los demonios que poseían al niño se llamaban Oribás y Ypés. El exorcismo de José fue oficiado por el párroco Brey, que consiguió que el demonio abandonase el cuerpo del niño. Este, a cambio, le pidió permiso para poseer una piara de cerdos, tal como sucedió en el milagro de Jesucristo del endemoniado de Gerasa.


Los niños volvieron a su casa sin recordar absolutamente nada de lo sucedido ni reconocer a las personas que le habían observado.


Los Aluxes y el enano de Uxmal.



Los Aluxes



Los aluxes son seres pequeños, creados antiguamente con barro virgen que debían dejarse en lugares ocultos para proteger. Los aluxes (se pronuncia alushes), tenían un vínculo muy fuerte con su creador. Una vez que eran elaborados, se les hacía oraciones y ofrendas para que cobraran vida.

Los aluxes tenían la particularidad de ser fieles con sus dueños y traviesos con sus desconocidos. Cuando las propiedades de los creadores originales pasaban en manos de otros propietarios, los aluxes se hacían visibles para asustar a los niños. Para complacerlos, los nuevos dueños tenían que regalarles comida, cigarrillos, miel o pozol.

En la actualidad, los aluxes todavía cuidan las tierras de los pueblos mayas. Algunos ejemplares originales se encuentran en los cenotes de Dzitnup y Samulá, cerca de Valladolid. Sin embargo, existe la creencia de que los aluxes salen al mundo como seres de luz. Pocas personas los ven porque son hábiles y ligeros como el viento. Si los sabes respetar, ellos protegerán de ti y cuidarán tus propiedades.   



El Enano de Uxmal.



Uxmal se pronuncia “ushmal”. Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo vivía en una ciudad maya una anciana mujer que trabajaba en el oráculo de la ciudad. Como no podía tener hijos, pidió al Dios Chic Chan que buscara el cascarón de una tortuga gigante. Unos meses más tarde nació un enanito color verde con el pelo rojo.

Un día el enanito decidió fabricar una jícara muy grande, que le serviría como especie de sonaja. La profecía decía que aquel que tocara un instrumento similar, cuyo sonido fuera escuchado en el Mayab, sería convertido en el nuevo rey. Sin embargo, el rey que ocupaba el trono se enfureció y retó al enanito a someterse a un duelo.

El rey le puso tres pruebas. En la primera, le pidió al enano que le dijera el número total de árboles en su palacio. El enano acertó: cien mil y dos veces setenta y tres. La segunda prueba consistió en traerle un guajolote macho para que pusiera huevos. Al día siguiente, el enano le trajo a un hombre con apariencia de estar embarazado, para probar que era imposible hacer lo mismo con el guajolote. Los jueces lo dieron por ganador de la prueba. En la tercera prueba, a Saiya se le colocaría una especie de nuez dura sobre la cabeza y ésta sería quebrada con una punta de lanza. No sólo acertó a la prueba, sino que el enano le pidió que el rey se sometiese al mismo experimento. El rey por soberbia no sobrevivió. Y así, el enanito fue proclamado rey.

Cuando el enano fue rey pudo construir el famoso templo “la casa del gobernador” y una casa para su madre que llamó “la casa de la anciana madre”. Ambas construcciones se pueden apreciar en Uxmal.