viernes, 10 de agosto de 2018

Los hermanos endemoniados de Illfurt




En el Sur de Francia, a dos horas de la ciudad de Mulhouse. Allí vivía la honrada familia de los Burner, el padre llamado José quien era un mercader ambulante y recorría la comarca vendiendo cerillas y yesca. Su esposa era María Ana Foltzer quien cuidaba de 5 hijos todos de muy corta edad. 

El hijo mayor Teobaldo nació el 21 de agosto de 1857, a la edad de 8 años iban a la escuela, eran niños de medio talento, tranquilos pero muy enfermizos. 

Durante el otoño de 1864 Teobaldo y su hermano José cayeron víctimas de una dolencia misteriosa que los postró en cama, tanto el primer médico como los demás que posteriormente los revisaron no pudieron diagnosticar lo que tenían ambos hermanos. Ninguno pudo decir el mal que los aquejaba. 

Teobaldo empezó a adelgazar en demasía hasta parecer un espectro ambulante. Pero a partir de septiembre de 1865 se empezaron a ver en los hermanos fenómenos asombrosamente anormales. Echados de espaldas se volvía y revolvían como una peonza, con rapidez vertiginosa. 

Después se ponían a golpear sin descanso el armazón de la cama así como los demás muebles con una fuerza asombrosa. Si se les preguntaba respondían entre espasmos y convulsiones de tal postración que permanecían durante horas enteras como muertos, sin hacer el menor movimiento rígidos como cadaveres. 

Muy a menudo fueron presa de un hambre imposible de calmar. El bajo vientre se les hinchaba a los pobres niños y se les formaba como una bola o un animal moviéndose dentro de su vientre de arriba a abajo. Juntaban sus rodillas como varillas duras y nadie podía separarlas una de otra. 

Durante este tiempo se le apareció a Teobaldo unas treinta veces un fantasma extraordinario, al que llamaba su amo. Tenía cabeza de ánade, uñas de gato, pies de caballo y el cuerpo de plumaje sucio. En cada aparición el fantasma volaba por encima de la cama y amenazaba ahogarlo. Teobaldo, aterrorizado, se arrojaba hacía el y le arrancaba puñados de plumas, que entregaba a los muchos circunstantes estupefactos.

Ocurría esto en pleno día, en presencia de un centenar de testigos, entre los cuales había personas respetables, nada crédulas, dotadas de gran perspicacia y pertenecientes a todas las clases sociales. Todos pudieron convencerse de la imposibilidad de superchería alguna.

Las plumas despedían olor fétido y, cosa singular, quemadas no dejaban cenizas.

A veces una mano invisible levantaba a los niños junto con las sillas de madera en las que estaban sentados; ya en el aíre, los niños eran lanzados a un lado, mientras las sillas volaban hacia el lado opuesto.

En otra ocasión sintieron por todo el cuerpo gran comienzo y dolorosas picaduras, y de debajo de sus vestidos sacaron tal cantidad de plumas y de algas que el suelo quedó cubierto enteramente. Aunque se les mudase camisas y vestidos, era inútil: plumas y algas reaparecían siempre.

Esas terribles convulsiones y toda suerte de malos tratos redujeron a los niños a tal estado que fue preciso hacerles guardar cama. Sus cuerpos se hinchaban de mala manera. Se encolerizaban violentamente, eran presa de verdadero furor cuando se les acercaba alguien con un objeto bendito, un crucifijo, una medalla, un rosario. Ya no rezaban; los nombres de Jesús, María, Espíritu Santo, etc, pronunciados por los presentes les hacían estremecer y temblar. Fantasmas, sólo de ellos visibles, llenándose de miedo y espanto.

Miedo y espanto se habían apoderado también de los padres, testigos contristados de esas terribles escenas, impotentes para remediarlas.



Diariamente crecía el número de vecinos y visitantes que llegaban de todas partes, de cerca y de lejos, porque la noticia se divulgó muy pronto y todo el mundo quería ver a los infelices niños. Todos quedaban estupefactos. ¿Qué es lo que había ocurrido?

Vivía entonces en Illfurt una vieja, pobre, mal conceptuada, a la cual por su mala vida habían expulsado de su aldea natal. Diciéndose que los dos niños comieron una manzana que la vieja les había dado. He aquí el comienzo de la enfermedad misteriosa. Tal era, a lo menos, la explicación dada por los espíritus que se decía residían en los pequeños. Sea de ello lo que fuese, si realmente se trataba de espíritus no se tardaría en conocer la naturaleza de estos, porque el árbol por sus frutos se conoce.

Durante horas enteras los dos niños permanecían tranquilos, en estado de gran apatía. Súbitamente cambiaban de actitud, poniéndose nerviosos, excitados, gesticulaban y gritaban sin parar. Su voz no era entonces voz infantil, sino de hombre, fuerte, áspera, ronca. Tenían la boca habitualmente cerrada; era, pues, evidente que otros, seres invisibles, y no ellos proferían aquellas palabras y lanzaban aquellos gritos. Durante largas horas gritaban sin descanso: Nudeln (especie de pasta alemana parecida a los fideos, pero de gusto y aderezo muy diferente), Knoepfeln (ravioli) y otra jerga de cocina. Era para volverse loco y los pobres padres no sabían que hacer.

Un día se le ocurrió a Burner, padre, decirles: “Gritad, hijos míos, gritad aún más fuerte, en nombre de la Santísima Trinidad”. Esto bastó para obtener silencio.

Lo que principalmente sorprendía a los testigos de esas escenas, era el miedo que los niños sentían en presencia de objetos benditos, su violenta oposición a la Iglesia, a la oración, a los oficios divinos; las blasfemias abominables que proferían, las expresiones groseras que dejaban salir con frecuencia de sus labios sin haberlas oído jamás.

Hablaban las más diversas lenguas; respondían con facilidad en francés, en latín, en inglés y hasta comprendían los dialectos franceses y españoles.

No es de maravillar, pues, que todo el mundo desease ver a las pobres víctimas y que las autoridades civiles y eclesiásticas se interesasen por ellas e hiciesen examinar minuciosamente sus casos.

El Venerable Párroco del lugar, Reverendo Carlos Brey, Santo Varón y Pastor celoso, fue quien primero se compadeció de la desdichada familia Burner y sobre todo de los pobres niños. No le fué difícil descubrir el origen puramente diabólico de tales escenas. Comprendió que se hallaba en presencia del caso, raro ciertamente, de real posesión.

Aquellos hechos dio conocimiento a la Autoridad Episcopal, que designó a una comisión de tres eclesiásticos para que practicasen en Illfurt una información oficial.

El Párroco pudo contar desde el primer momento con el valioso apoyo del Alcalde, Señor Tresch, hombre de bien y abnegado, y el de las mejores familias de la localidad. No faltaban, sin embargo, quienes ponían en duda la posesión, pero eran muy pocos y los malos espíritus se mostraban muy satisfechos de ellos, al paso que sentían mucha animosidad contra aquellos que les adivinaban su naturaleza.

En especial odiaban al Párroco y al Alcalde, a Don Ignacio Spies, Alcalde de Selestado, al amigo de este, Señor Martinot, Director de la Administración Pública, también de Selestado, al Profesor Lacheman de San Hipólito, Religioso de la Congregación de los Hermanos de María. Los tres últimos habían venido de lejos únicamente para observar el caso y estudiarlo minuciosamente. 

En 1869 Teobaldo fue exorcizado por el padre Souquat, que descubrió que los demonios que poseían al niño se llamaban Oribás y Ypés. El exorcismo de José fue oficiado por el párroco Brey, que consiguió que el demonio abandonase el cuerpo del niño. Este, a cambio, le pidió permiso para poseer una piara de cerdos, tal como sucedió en el milagro de Jesucristo del endemoniado de Gerasa.


Los niños volvieron a su casa sin recordar absolutamente nada de lo sucedido ni reconocer a las personas que le habían observado.


Los Aluxes y el enano de Uxmal.



Los Aluxes



Los aluxes son seres pequeños, creados antiguamente con barro virgen que debían dejarse en lugares ocultos para proteger. Los aluxes (se pronuncia alushes), tenían un vínculo muy fuerte con su creador. Una vez que eran elaborados, se les hacía oraciones y ofrendas para que cobraran vida.

Los aluxes tenían la particularidad de ser fieles con sus dueños y traviesos con sus desconocidos. Cuando las propiedades de los creadores originales pasaban en manos de otros propietarios, los aluxes se hacían visibles para asustar a los niños. Para complacerlos, los nuevos dueños tenían que regalarles comida, cigarrillos, miel o pozol.

En la actualidad, los aluxes todavía cuidan las tierras de los pueblos mayas. Algunos ejemplares originales se encuentran en los cenotes de Dzitnup y Samulá, cerca de Valladolid. Sin embargo, existe la creencia de que los aluxes salen al mundo como seres de luz. Pocas personas los ven porque son hábiles y ligeros como el viento. Si los sabes respetar, ellos protegerán de ti y cuidarán tus propiedades.   



El Enano de Uxmal.



Uxmal se pronuncia “ushmal”. Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo vivía en una ciudad maya una anciana mujer que trabajaba en el oráculo de la ciudad. Como no podía tener hijos, pidió al Dios Chic Chan que buscara el cascarón de una tortuga gigante. Unos meses más tarde nació un enanito color verde con el pelo rojo.

Un día el enanito decidió fabricar una jícara muy grande, que le serviría como especie de sonaja. La profecía decía que aquel que tocara un instrumento similar, cuyo sonido fuera escuchado en el Mayab, sería convertido en el nuevo rey. Sin embargo, el rey que ocupaba el trono se enfureció y retó al enanito a someterse a un duelo.

El rey le puso tres pruebas. En la primera, le pidió al enano que le dijera el número total de árboles en su palacio. El enano acertó: cien mil y dos veces setenta y tres. La segunda prueba consistió en traerle un guajolote macho para que pusiera huevos. Al día siguiente, el enano le trajo a un hombre con apariencia de estar embarazado, para probar que era imposible hacer lo mismo con el guajolote. Los jueces lo dieron por ganador de la prueba. En la tercera prueba, a Saiya se le colocaría una especie de nuez dura sobre la cabeza y ésta sería quebrada con una punta de lanza. No sólo acertó a la prueba, sino que el enano le pidió que el rey se sometiese al mismo experimento. El rey por soberbia no sobrevivió. Y así, el enanito fue proclamado rey.

Cuando el enano fue rey pudo construir el famoso templo “la casa del gobernador” y una casa para su madre que llamó “la casa de la anciana madre”. Ambas construcciones se pueden apreciar en Uxmal.