jueves, 20 de agosto de 2015

El Gato de los Sotomayor.


Cuenta la historia antigua de nuestro país que en tiempos de la colonia en el estado de Guanajuato, en la ciudad del mismo nombre vivía una familia acaudalada que era muy reconocida por su posesiones en bienes pero también muy temida por la conducta de su patriarca Don René Mendez de Sotomayor. Quien no permitía ningún tipo de concesiones a los trabajadores de sus haciendas ni con su servidumbre, menos con sus familiares más cercanos.

La familia en aquella mansión se componía de pocos miembros el sr. Sotomayor, la señora Magdalena de Sotomayor y dos de sus nietos (la numerosa servidumbre no contaba como familia para esa gente) quienes se habían quedado con sus abuelos al fallecer sus padres de manera misteriosa durante un largo viaje a la ciudad de México. Los niños de nombres Francisco y Bernardina Mendéz de Sotomayor presentaban un aspecto alegre durante los primeros cinco años de su infancia. La situación en la mansión de los Sotomayor era tensa, difícil y desesperante porque los niños acababan de cumplir 7 y 6 años de edad (se llevaban un año de diferencia), pero la menor sufría de intensas pesadillas, fiebres peligrosas entre otras cosas que asustaban a la misma familia y servidumbre desde hacía varios meses, al principio aquellos cosas fueron esporádicas y luego de manera recurrente. Eso tenía harto y fastidiado al patriarca de la familia.


En el siglo XVI en nuestro país se encontraba con mucha escasez de médicos realmente efectivos, algunos de ellos venían de España por un tiempo corto de manera esporádica, por lo que curación efectiva para la mayoría de la población no había y para los que contaban con mejores recursos la suerte casi era la misma, aunque los de ésta última clase social podía prolongar algunos años de vida más que el resto de la población al poder pagar un tratamiento.



Era un 6 de enero del año 1666 cuando el "señor Pérez" llegó a su casa...un gato de pelaje adusto, falto de brillo, de color oscuro entre marrón y negro, unos ojos verdes brillantes, una cola corta muy poco común en la mayoría de los gatos de aquel tiempo. Bautizado con ese nombre debido al patriarca quien recordaba de esa manera a un antiguo trabajador suyo.

La llegada de ese animal al principio trajo alegría a los niños, principalmente a Bernardina quien se había olvidado por completo de sus pesadillas y sus demás padecimientos. Parecía que la niña se curaba poco a poco. Los días de aquellos infantes pasaron entre los juegos infantiles por mañanas con el animalito, de recorrer las propiedades de la familia por las tardes y dejarlo dormir cerca de ellos por las noches.

- No se acostumbren mucho a ese animal, algo malo tiene!. Mencionó el mayor de los Sotomayor.

Ese animal que llegó por vía misteriosa de la nada ya que la primera vez en donde se le vio fue en la gran cocina de la servidumbre, ahí fue visto por todos ellos y por los niños en un día de lluvia. El animal apareció muerto debajo de la cama de la pequeña Bernardina una mañana. Había bajado la mano debajo de su cama mientras seguía acostada sin embargo el "Señor Pérez" no le lamió la mano como todas las mañanas, por que permaneció inmóvil al tocarlo (parecía un muñeco de peluche de la actualidad), ella se sobresaltó de su cama, bajo de ella y tomó entre sus mano a su apreciada mascota, El animal tenía cerrado los ojos y tenía la expresión corporal de que algo lo apretó de mitad de su cuerpo, se podría apreciar el rictus de dolor en su cara. 


-Ha muerto... el señor Pérez ha muerto!!! gritaba por toda la casa. La servidumbre corría atrás de ella a lo largo de los pasillos de aquella casa, Bernardina no se detuvo hasta que vio a su abuelo el señor Sotomayor.

- ¿Qué pasa en ésta casa? ¿Por qué tantos gritos? Dijo con la voz altanera que siempre le caracterizaba. 

- Mi gato abuelito, mi gato... el señor Perez mira que le ha pasado!. Horrorizado el señor Sotomayor vio la expresión del animal, a simple vista parecía que algo o alguien lo había apretado desde la mitad de su cuerpo o se veía como si hubiera sido succionado desde el interior del animal. Lo ocurrido no era producido por algo de éste mundo. Algo malo se avecinaba por la expresión de su rostro que pudieron notar todos en aquella casa.


A partir de ese día la salud de la pequeña Bernardina empezó a decaer, los pasillos de la mansión de los Sotomayor se ensombrecieron, aún con las cortinas blancas corridas y arregladas, se miraba tétrico el lugar, entre la servidumbre no se hacía más que hablar en voz baja de supuestas maldiciones y hechizos de los cuales la familia había sido presa, de los doctores que no querían ir a atender a la niña, de la repentina muerte de los animales de las haciendas así como de ataques de locura entre los trabajadores y peones en los campos de cultivo. Así como del inexplicable encierro del patriarca de la familia en su biblioteca bajo llave, día y noche sin comer, sólo acompañado de su puro y su vieja pistola. Lo peor eran los maullidos de gatos que por la mansión y las haciendas se escuchaban por las noches. Los capataces en las haciendas y la señora Sotomayor en la mansión habían pedido la búsqueda del animal causante de esos maullidos sin éxito. Se aseguraba que en ocasiones se le había visto a la antigua mascota de la niña de la casa pero que  también desaparecía entre los rincones más oscuros de la casa. 


Un día la niña Bernardina se puso mal, su sueño parecía ser eterno y sólo despertaba dando gritos en su cama y miraba desesperada a su alrededor como si algo la aterraba, la servidumbre y su abuela se desvelaban junto a ella para que no le pasará nada pero los ataques de pánico eran más recurrentes durante ese día, en la mañana había tenido varios y entrado el anochecer se le presentó nuevamente. La mansión se cimbró con los gritos del dueño de la casa que venían desde el interior de su biblioteca parecía que luchaba con alguien, las cosas del interior eran arrojadas al suelo provocando mucho ruido y sonaron dos disparos antes de que se quedará todo en silencio. 

Cuando los sirvientes entraron a la biblioteca, alcanzaron a ver a su patrón tirado sobre el suelo, mientras que su mano escribía algo con su dedo sobre el piso, antes de cerrar los ojos para siempre. La señora Sotomayor y los sirvientes presentes leyeron lo que el difunto dueño había escrito con su propia sangre... "Señor Perez". Todos se persignaron y alcanzaron a agarrar a la dueña de la casa, ahora viuda antes de desmayarse. 

Los gritos de la niña en su propio cuarto hicieron que el resto de la servidumbre volviera a reaccionar, en su mayoría todos corrieron hacia la habitación de la niña que había quedado sola tras el incidente de su abuelo, las luces de las velas se encontraban apagadas y los gritos de ella sólo iban en una sóla frase: "Quitámelo... quitámelo de encima", seguidos de los gritos de ella por toda la habitación, la oscuridad impedía ver que era lo que realmente ocurría, aparte de los gritos sólo se escuchaban las cosas de la habitación que caían y se rompían al estrellarse con el suelo. 


Cuando por fin lograron traer las antorchas grandes dentro de la habitación vieron a la pequeña acurrucada en un rincón, con las rodillas sangrantes al igual que el resto de sus piernas y las manos, su ropa se encontraba hecha jirones en trozos grandes. Con la mirada perdida y su cuerpo tembloroso.

- Fue el... lo alcance a ver antes de que se apagaran las velas!!. Dijo Bernardina con los labios morados y voz temblorosa. 

- ¿A quién viste antes qué se apaguen las velas? preguntó alguien de la servidumbre.

-A... A... Al señor Perez!! contestó la niña con la mirada aterrada. 

Las miradas de espanto entre las sirvientes y trabajadores de aquella casa era perceptible a simple vista para todos ellos. De repente un viento fuerte hizo que las velas se apagaran por completo y las ventanas de la mansión fueran abiertas o bien sus vidrios rotos por completo mientras que las cortinas de los pasillos eran agitados violentamente por ráfagas de aire. Cuando todo volvió a la calma en la completa oscuridad de entre los pasillos más oscuros de la casa que no eran iluminados por la luna llena esa noche...surgieron los maullidos de algo que parecía ser un gato, un maullido que helaba las venas del más valiente de los sirvientes. 

- Vayámonos de éste lugar, está maldito!!!! Se escuchó decir entre los sirvientes mientras cargaban entre brazos a la Señora Sotomayor y a la niña Bernardina. Su hermano no se le veía por ninguna parte. 

En la parte principal de la mansión que daba a la entrada de dos grandes puertas que se abrían hasta el exterior, se notaba una silueta oscura y vaga que caminaba en círculos, cuando pretendieron prender de nuevo las antorchas esa silueta brinco sobre los dos sirvientes que pensaban hacerlo, los gritos una vez más retumbaron por toda la casa y el resto de la servidumbre corrió hacía lo más profundo de la mansión, mientras dejaban a su suerte a los dos mozos que se quedaron siendo atacados. Cuando los gritos cesaron y la servidumbre se calmó avanzaron lentamente de nuevo hacia la salida ya no se vislumbraba movimiento alguno ni siluetas, a tientas lograron encontrar las antorchas que no habían sido encendidas antes. Cuando por fin lograron encender las antorchas pegaron un grito al unísono ante el espectáculo que se encontraba debajo de sus pies, eran los cadáveres de los dos sirvientes que yacían allí, presentaban rasguños por todas partes del cuerpo, la ropa hecha jirones de tantas rasgaduras, las cuencas de sus ojos se encontraban vacíos y su estomago parecía ser que fue aplastado por algo o alguien. Una vez que terminaron de gritar desde las profundidades de la mansión se volvió a escuchar el maullido de un animal, el terror había regresado a la piel de las personas. 

Toda la servidumbre y la señora Magdalena Sotomayor tomaron algunos instrumentos como candelabros, maderas o punzones para hacer frente a la sombra que venía caminando lentamente hacía ellos, los maullidos se escuchaban más y más cerca, pero la luz de las antorchas pudieron tranquilizarlos a cierta distancia al clarecerse la figura que apareció ante ellos. Era el niño Francisco quien tenía un aspecto siniestro, su ropa se encontraba rasgada con algunas manchas de sangre, un hilo de sangre corría por la boca del menor y las manos se alcanzaban a observar manchas de sangre fresca que brillaba con las luces de las antorchas.

- Dios mio... ¿qué te ha ocurrido hijo? Mencionó doña Magdalena mientras se persignaba. No dijo nada el niño simplemente avanzó lentamente hacía su abuela. Nadie decía nada y parecían no respirar, el niño estiró sus manos hacía su abuela mientras esbozaba una sonrisa tierna. Cuando estaba a punto de abrazarlo el cuerpo del niño se desvaneció delante de todos ellos, quedando sólo sus ropas en el suelo regadas unas sobre otra haciendo un pequeño bulto en el piso, todos se llevaron sus manos a la boca para no gritar. Cuando uno de los sirvientes levantó con una madera las ropas ahí sueltas, de entre la vestimenta salto algo oscuro, pequeño, casi del tamaño de un gato, con los ojos amarillos que lucían siniestros ante las luces de las antorchas.

Cayó un sirviente agarrándose la garganta cercenada por un rasguño, luego otro y así siguieron cayendo uno a uno inertes ante los ojos estupefactos de Doña Magdalena que cargaba a Bernardina que aún estaba desmayada por las heridas, al final sólo quedaron la señora mayor de la casa con su nieta en brazos y la silueta negra enfrente de ella que movía su cola lentamente. Algunas antorchas en el suelo que empezaban a apagarse daban un poco de luz para los que quedaban aún de pie. 

- No te permitiré que te la lleves! Dijo muy segura de sí misma, mientras dirigía una tierna mirada hacía su nieta en brazos. En ese momento abrió sus ojos Bernardina mostrando un fulgor rojo brillante entre sus pupilas y cuando abrió la boca emitió un maullido ensordecedor que hizo que la soltaran por su abuela a llevarse las manos a las orejas. Mientras gritaba un agudo y desgarrador: NO!!!!!!.



Las luces se apagaron y transcurrieron las horas hasta el amanecer, algunos peones que llegaban de un viaje trayendo mercancías entraron a la mansión al notar con extrañeza que no había ningún movimiento en los alrededores de la misma como siempre se acostumbraba a ver en las mañanas. Al abrir las puertas principales notaron por la luz de la mañana que entraba por las ventanas con vidrios rotos, que en el interior las cosas se encontraban tiradas y regadas por todos lados, algunas manchas de sangre en el suelo, antorchas con humo ligero que emitían aún, jirones de ropa por doquier y las paredes presentaban muchas marcas de rasguños de distintos tamaños. Recorrieron todos los pasillos, habitaciones y demás lugares recónditos de la mansión... pero no hallaron a nadie en su interior. No había rastro de los Sotomayor ni de sus nietos, así como de la servidumbre que laboraba al interior. Lo único extraño que descubrieron fue las palabras escritas con sangre que parecía fresca: "Señor Pérez". Fuera de eso no hubo otra cosa que explicará que había ocurrido en el interior de la casa mayor. 

Dicen que fueron presa de una maldición de un antiguo trabajador suyo con el mismo nombre por una deuda del dueño de la mansión que lo obligó a morir de hambre, otros cuentan que el señor una noche enloqueció, asesinó y enterró a todos los habitantes de la mansión en algún lugar alejado de la hacienda o entre los muros de la misma en un cuarto oculto, otros más escépticos mencionan que fueron presa de amenazas por parte del virrey y gobernador de la época y se vieron obligados a huir una noche bajo las sombras de la madrugada y ya no se supo más de ellos. 

Como haya sido la verdadera historia sólo se cuenta que la mansión quedó ubicada en un lugar muy concurrido ahora en la ciudad de Guanajuato, que en ocasiones en las madrugadas se escucha un maullido siniestro o se puede ver la silueta de un niño o una niñas otras veces. El caso es que la gente que tiene éste tipo de contacto mencionan que sienten mucho dolor en la cuenca de los ojos y sus estómagos parecen estallar como si sintieran mucha hambre. 

sábado, 8 de agosto de 2015

"El Elevador"


En la planta alta de un edificio se encontraban 4 individuos a las puertas del elevador, esperando que se abriera para poder ocuparlo. Eran las 9:00 de la noche en aquel viejo edificio que contaba con algunas modificaciones para hacerlo parecer moderno como el elevador. Los pisos de losas antiguas junto a aquellas paredes pintadas de manera sombría con colores neutros iluminados con lámparas de principios del siglo XX hacían más tenebrosa la escena. La noche parecía tranquila hasta el momento...

El elevador se abrió a las 9:11 p.m. e ingresaron a él, una señora de aproximadamente 50 años, una joven madre y su hija de 7 años, por último ingreso un joven estudiante de psicología de 18 años, todos ellos al ingresar sintieron algo malo en el ambiente dentro de aquel pequeño espacio, el elevador estaba iluminado por dentro con una luz tenue, ninguno dijo nada del escalofrío que recorrió parte de sus cuerpos. La niña fue la primera en reaccionar ante tal situación.

- Mami!!! dijo ella abrazando fuertemente a su madre. - Ocurre algo cariño? preguntó con una voz lastimera su progenitora.

- He visto cosas malas en mi mente al entrar aquí... No quiero que sigamos aquí!. Respondió.



- Es normal que te asustes pequeña! dijo la señora madura. - Yo también tenía miedo de pequeña a los lugares semioscuros como éste, pero aprendí que no hay nada malo en ellos!. 

- Es normal, siempre y cuando no padezcas de claustrofobia!. Alcanzó a decir el joven estudiante. 

- No creo que sea una de esas dos cosas. Ella siempre ha tenido la visión de cuando algo malo esta por pasar!. Comentó la mamá.

Habían pasado exactamente un par de minutos en aquella pequeña conversación y aún no apretaban el botón para hacer uso del elevador. 

- No quiero que aprieten el botón que cierra las puertas! alcanzó a decir la niña en medio de sollozos.



 - Que más puede pasar en un elevador diseñado para transportar personas de manera rápida niñita? Dijo molesto el estudiante mientras apretaba el botón que cerraba las puertas y activaba el funcionamiento que los llevaría a otros pisos más abajo de aquel edificio. 

- Todo va a salir bien querida! Dijo la señora madura. 

El elevador recorrió todos los pisos que componía el edificio de arriba a abajo pero al llegar a la planta baja sufrió un desperfecto y se sacudió por completo mientras la luz empezó a parpadear hasta que se fue completamente. 

- Vaya se ha echado a perder el elevador y nos hemos quedado a oscuras, este debe ser una maldita broma! Comentó el estudiante. - Ahora seguramente nos dirás que tenías razón, ¿no pequeña?.

- No la juzgues sin saber que es lo que le ocurre!. replicó la señora madura. - No hagas caso pequeña verás que pronto todo volverá a la normalidad, ya se compondrá el elevador y vendrá la luz, no hay nada que temer, no tengas miedo!

- No tenemos temor de nosotros sino de ustedes!. Se escuchó decir entre la oscuridad y asumieron que era la voz de la niña. - venimos a llevarnos a quienes nos acompañarán en el infierno. 

De inmediato el terror se apoderó de la señora madura y el joven estudiante. Los recuerdos de ella se basaron en las maldades a su difunto esposo hasta llevarlo a la tumba tempranamente para quedarse con sus bienes, mientras que el joven rememoró todas las maldades que hacía a los animales pequeños durante su infancia y pubertad. Ahora los que habían visto cosas malas en su mente eran ellos. Sabían que debían pagar por ello pero no en ese momento. 

Los golpes que se escuchaban desde fuera mientras gritaban. - Hay alguien allí?. Lo escucharon claramente y comenzaron a pedir auxilio y ayuda con todas sus fuerzas porque parecía que no los escuchaban a la señora y al joven, mientras el terror seguía recorriendo su cuerpo.


Los golpes cesaron y los gritos también. Dentro del elevador reino la oscuridad y el silencio sepulcral. 

Al día siguiente cuando los encargados del edificio pudieron abrir con la ayuda de los bomberos y cuerpos de rescate de la ciudad vieron horrorizados dos cuerpos sin vida, a los cuales se les habían extraído la lengua y las cuencas de los ojos se encontraban vacíos, aquellos cuerpos sin duda no parecían tener alma. Todas las personas tenía la impresión de que los habían vaciado por dentro por presentar un aspecto momificado. Los relojes de esas personas se habían detenido a las 12:00 no se sabe el porqué.

Ocurrió un 6 de junio de un año terminado en 6, dicen que cuando esas fechas llegan hay ángeles caídos en varias partes del mundo esperando para llevar a las almas de aquellos condenados por sus actos en vida, no importa la edad, sexo, ni la creencia religiosa, la misión es llevarlos hacía un lugar donde el medio de transporte inicial es un elevador.


Todavía en aquel edificio ahora modernizado a pesar de haber cambiado de elevador por uno más actual, aún se perciben cosas siniestras en su interior. Las cámaras de seguridad de aquel edificio perciben figuras de niñas, mujeres y hombres, jóvenes y maduros, así como gente de la tercera edad que aparecen y desaparecen ante los ojos de quienes observan los vídeos. No ha vuelto a ocurrir ese suceso o tal vez no ha vuelto a utilizar el elevador algún condenado.