martes, 1 de enero de 2019

Krampus, El Santa con cuernos. La leyenda.




En la antigüedad, se decía que una bestia oscura, peluda y con cuernos aparecía en la puerta para golpear a los niños y llevárselos en sus afiladas garras. El Krampus se podía escuchar en la noche por el sonido de sus cascos hendidos y sus resonantes cadenas de hierro. La parte más extraña era que estaba en liga con Santa Claus.

El terror de navidad
Sin embargo, la bestia desconcertante no era un demonio. Fue el mítico Krampus, compañero de San Nicolás (conocido como Papá Noel, Papá Noel, Kris Kringle, etc.). Mientras que San Nicolás ahora tiene la reputación de amar a todos los niños y visitarlos en la Navidad, juzgar su carácter y dar regalos al Los "bonitos" y los trozos de carbón para los "traviesos", Krampus interpreta al peligroso compañero.


Se cree que el monstruo de cabras largas, peludas, con forma de cabra, con cara larga y enojada y lengua bífida, visitaría el hogar de niños que se portan mal para castigarlos. Se creía que iba a dar palizas y secuestrar a los niños, llevándolos a su guarida del inframundo para vivir un año.


Se creía en el pasado que este monstruo con patas de cabra, largos cuernos, pelo desgreñado, rostro alargado, semblante malicioso y larga lengua bífida visitaba la casa de los niños que se portaban mal para castigarlos. Se suponía que les propinaba palizas e incluso los raptaba, llevándoselos con él a su cubil del infierno durante todo un año.

Según estas leyendas de hace siglos, si un niño se portaba mal, San Nicolás en su omnisciencia lo sabría, y enviaría en consecuencia a su asociado, Krampus. Se contaba de este oscuro colaborador de cola serpentina que aparecía en los hogares en Navidad para castigar a los niños malos. De este modo, les apalearía con un manojo de varas de abedul, les azotaría con crines de caballo y les metería en un saco o cesto de mimbre para llevárselos al infierno por un año entero.



Por si ser bueno para Santa Claus no era suficiente para los niños traviesos, la mala fama y el terrorífico aspecto del Krampus eran capaces de convencerles de que debían portarse bien. De este modo, el Krampus era una leyenda muy útil para atemorizar a los niños más revoltosos.

El origen de la leyenda
Los historiadores no están seguros de cuál es el origen exacto de un personaje como el Krampus en el folklore europeo, aunque se cree que al igual que Santa Claus, el Krampus es anterior al cristianismo y tiene su raíz en tradiciones nórdicas y alpinas del paganismo germánico. Como muchos otros personajes de leyenda, como el propio San Nicolás, la imagen del Krampus ha evolucionado con el paso del tiempo y de forma diferente en las diversas regiones, aunque en cualquier caso, Krampus representaba un equilibrio entre luz y oscuridad, facilitando la armonía entre el bien y el mal.

En la Noche del Krampus, en alemán Krampusnacht, la víspera del 6 de diciembre, los niños alemanes se cuidaban bien de no atraer la atención de aquella temible bestia, con la esperanza de que a la mañana siguiente San Nicolás les trajera regalos en su día, Nikolaustag.

Según National Geographic, se creía antiguamente que el Krampus era hijo de Hel en la mitología nórdica (Hel, hija de Loki que rige la tierra de los muertos). Su nombre deriva de la palabra alemana krampen, que significa garra. Comparte rasgos con otras figuras de la mitología griega, como sátiros y faunos, y a menudo se le ha retratado en actitudes lujuriosas en tarjetas de felicitación de finales del siglo XIX, persiguiendo a mujeres de carnes generosas.

Temido y adorado
El mito del Krampus lo encontramos en las regiones alpinas, Austria, Alemania, Hungría, Eslovenia y república Checa, y su leyenda se ha extendido como la pólvora en los últimos tiempos, alcanzando toda Europa e incluso el mundo entero.

Tradicionalmente las familias de estos países se enviaban coloridas tarjetas de felicitación denominadas Krampuskarten desde el siglo XIX. En ellas aparecía como es lógico el Krampus, en ocasiones siniestro, a veces ridículo.

En la primera mitad del siglo XX el Krampus fue prohibido por el gobierno fascista austríaco, pero su tradición revivió tras la caída de estos gobiernos al acabar la Segunda Guerra Mundial.

Aún en la actualidad se celebran cabalgatas en las que jóvenes disfrazados de Krampus recorren las calles gruñendo y arrastrando cadenas para atemorizar a los espectadores.

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